lunes, 1 de enero de 2024

CORTIJO DEL FRAILE

                                 
                              



                        1

 

Los ojos de la noche tienen grumos

de azufre en las pupilas.

Yo los he visto.

Están en todas partes.

Vienen y van por las esquinas

tan abiertos y negros como bocas de ciego,

corren por los aleros,

murmuran en silencio igual que perros negros.

Yo los he visto.

Yo los he visto.

 

2

 

¡Oh, qué cerca el amor y qué lejos la vida!

No me dejes ahora, no me dejes.

La noche gruñe encinta de cadáveres.

Míralos cómo corren por los camaranchones,

buscan la sangre seca,

olisquean la huella de una herida

que no se cierra nunca,

topos de la memoria, escarban sin cesar

bajo los muros para que no se borren

nunca las enaguas en celo, la canana,

el grito atormentado de la luna

entre una luz de escarcha, para que no se borren

nunca, nunca, la medalla de plata y el anillo

de cobre que rodaron desnudos por la arena.

 

3

 

Vienen a por nosotros. No me dejes.

No es el dolor lo que me espanta,

sino el silencio de ese grito horrible

que la noche encadena a las ventanas.

Míralos: emergen de la costra de los años

igual que gavilanes ateridos,

cada golpe de sus alas

quebradas por el tiempo

es un nuevo eslabón en la cadena

que nos ata al pasado.

¿Qué nos trajo hasta aquí?

¿Qué extraño imán guiaba nuestros pasos?

¿Por qué nos atrevimos a venir,

si conocíamos el precio de la sangre

y sabíamos que la herida, oh, dolor,

no se ha cerrado todavía?

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